Estamos en pañales

De casualidad el otro día presté oreja a otra de las tantas noticias curiosas con que rellenan los noticiarios en ese bloque  inútil que va entre las 10 y las 10:30… La noticia mostraba cómo algunos restaurantes capitalinos estaban implementando la “novedosa” medida de casilleros para celulares, en palabras simples, una “guardería” para dejar esos súper aparatitos con marca de manzanitas con la finalidad de que la persona pueda comer tranquila y de esta forma pueda interactuar de manera real en tiempo real con los comensales con los que comparte mesa. 

A más de alguien le resultará chistoso a simple vista, a mí también, pero creo que el problema va mucho más allá.

De un tiempo a esta parte es innegable que nos hemos convertido en una sociedad dependiente de los aparatos celulares y lo que conlleva su uso, válgase decir, ese matrimonio tecnológico indisociable que existe entre éstos y la redes sociales.

Porque cuando pensábamos que tan sólo el computador concentraba todos los vicios cibernéticos, y agradecíamos que ese aparato no cumpliera con nuestros deseos de ser transportable y ocupable en todos los lugares posibles, ¡PAFF!, aparecen estos poderosos celulares, con casi todas aquellas aplicaciones, las mismas que ya nos tenían un poquito obsesionado, en un aparato que cabe en el bolsillo y que bajo esa lógica, que cupiera en el bolsillo no era más que legalizar 24/7 el tiempo y los lugares para ocuparlo.

Se supone que esta suerte de “legalización” del tiempo y del lugar nos abriría  más puertas para la información y el acto de informarse, pero aquí en Chile, por lo que me he dado cuenta, cuando pasa algo positivo que nos podría ser de gran uso, ¿qué sucede?, nos volcamos hacia la otra parte, le damos como bombo en fiesta, nos aprovechamos al máximo y se pierde el sentido y terminamos mal, trastornados y con un montón de especialistas diciendo: ¡Hey! parece que esto no fue una buena idea. En resumidas cuentas nos dan la mano y nos tomamos el codo. Esa es la misma analogía que hago con lo que está sucediendo con el abuso indiscriminado que hay con los celulares y el uso de las redes sociales, creo que cada vez nos devora más y más, y basta con detenerse a mirar cualquier calle para darnos cuenta que nos estamos moviendo de manera distinta; la mayoría de los peatones  cargan con el  celular en la mano funcionando, lo que nos ha hecho desarrollar destrezas para caminar con la cabeza gacha sin mirar a nadie. El exterior está perdiendo sentido de manera preocupante, estamos concentrándonos en una misma cosa, algo unipersonal, pues todo parece ser más ficticio, me resulta grave que se estén perdiendo cosas tan básicas como el acto de conversar, nos hemos ido acostumbrando a hablar con una pantalla y lo estamos haciendo a todas horas, incluso cuando hay gente real de carne y hueso compartiendo con nosotros mismos.

Y de ahí es donde nacen estas originales ideas para buscar un punto de equilibrio que no tenemos, ¿qué se nos ofrece?, una guardería para el celular, cosa que nos deja clarísimo que no somos capaces de controlar algo que supuestamente es inanimado pero que de un tiempo a esta parte ha cobrado una súper vida.

Es preocupante saber el mal aprovechamiento que hacemos de las puertas que se nos abren, la modernidad llegó para quedarse, pero no está siendo bien usada como un buen complemento a la vida, pues estamos centrados en ella pero desligándonos de la base de todas las relaciones humanas escondiéndonos de manera permanente tras una pantalla.

El cambio en torno a esta “modernidad” ha sido abrupto y eso lo veo reflejado cuando los niños están descubriendo el mundo por esos medios y no por lo palpable, como lo hicimos nosotros. Suena muy nostálgico, pero me alegro que seamos esa última parte de la magia, porque claramente había más magia e imaginación, había mucha más admiración y asombro, nos llenaban cosas simples y disfrutábamos de ellas, ahora para eso se necesita dinero, porque esa magia se compra.

No sé bien qué es lo que debamos replantearnos, pero todo termina en el mismo cliché de siempre, que ningún extremo es bueno, ni mucho menos lo será depender de algo, es increíble pero valoro la gente que está fuera de este sistema que cada día agarra más vuelo, finalmente serán ellos los que se encarguen de preservar el hablar, el observar y el vivir sin ninguno de estos tapujos que tanto tiempo valioso nos están haciendo perder. Y por otra parte no está demás pensar en cómo nuestra mentalidad se adecua a los cambios como chilenos, ahora estamos hablando de lo que ha significado que todos tengamos acceso a la modernidad, pero también pienso en cuando hablamos de legalizar la marihuana o cuando quisiéramos ser como esos países donde hay permisividad para beber en las calles. ¿Estamos realmente preparados para algo así? Es ahí donde pienso, que estamos en pañales y que aún nos falta mucho por crecer.


"El automóvil, el televisor, el vídeo, la computadora personal, el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para "ganar tiempo" o para "pasar el tiempo", se apoderan del tiempo"
 (Eduardo Galeano)

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