Las Novelas de Marcela Serrano
La primera novela que leí de Marcela Serrano, “Nosotras que nos queremos
tanto” (1991), la encontré abandonada entre un montón de papeles en la oficina
de mi mamá, al llegar a mis manos sabía que era una novela cuyo aroma delataba
no ser para nada reciente. Para ser sincera, nunca antes había oído hablar de
esta mujer de letras chilenas, sin embargo, esta casualidad de encuentro con su
primera novela mezclada con la motivación de un epílogo que me invitaba a
conocer la historia de vida de cuatro mujeres que vivieron la caótica época de
los 70’ en Chile dieron aquel puntapié inicial para volcarme hacia el mundo de
sus novelas, las que sin dudas, no pueden ser catalogadas de otra manera que no
fuera de femeninas.
Femeninas en el sentido que todas
sus líneas exaltan la figura de la mujer, es una complicidad acérrima con el
género desde todas las miradas, lo que para cualquier misógino resultaría de
una odiosidad tremenda leerla y lograr comprender cómo esta mujer se atreve a
desmenuzar los misterios que escondemos, pero no desde esa mirada
caricaturizada que ha ejercido la propia televisión con nosotras, sino, más
bien desde algo más profundo que nada tiene que ver con el pienso, luego
existo, pues nos conecta directamente con las raíces sensibles que escondemos bajo
los atributos que encajan dentro de lo que implica el ser mujer.
Personalmente creo que sumergirme
en las letras de Marcela, me ha resultado mágico y familiar, y ya teniendo una
visión más global al haber devorado “Antigua Vida Mía”(1995), “Nuestra Señora
de la Soledad”(1999) y “La Llorona”(2008), he podido comprobar esos
denominadores comunes que se conjugan con la figura de las mujeres, como lo son
los viajes, su devoción hacia México y sus ciudades, y las casas de veraneo
como elemento infaltable, cuna de historias y del escapar en casi todas sus
obras. Sin duda que las novelas de
Marcela Serrano han sido una bonita casualidad, creo que mi conexión propia con
ellas son algunos pasajes que los he pensado o han ocurrido en algún momento de
mi vida, y eso es lo que más me agrada,
esa acuciosa manera de plasmar y caracterizar
a la mujer en cada una de las etapas que nos toca vivir, ya que nos
podría identificar a cualquiera, me gustaría mucho que algún día sus novelas
fueran leídas por mi mamá, mis amigas y por qué no, mi abuela, me resultaría
extraño que no encontraran algo que no les perteneciera.
“¿El amor?,
¡La gran ficción!...Pensé entonces que cualquier sensación anterior debía tener
otro nombre, porque el amor era esto, no aquello. Cuando me lo encontré cara a
cara, arrasó con mi voluntad con la fuerza de un monzón, sí, un Monzón de
aquellos de la India, alzando en sus torrentes, lanzándolas al estropicio, sin
margen de acción. Pero usted sabe, luego viene la calma, se muda la estación, y
me quedo muy sola (…)” (Nuestra Señora
de la Soledad, 1999)
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