¿Matrimonio CON QUÉ?
Pensé que el palo para sacar
selfies sería la última innovación que iba dejar asomar de manera pública
nuestra propia involución como especie humana; pero creo que nunca es tarde para
enterarse que hay cosas peores que se lo llevan por goleada.
Es cierto que este mundo loco ha
cambiado de forma drástica y que ahora hombres se casan con hombres, que los
matrimonios son en la punta del cerro, a pata pelá’ o en un globo aerostático,
cosas que no me sorprenden porque me parecen originales al momento de querer
innovar; pero debo reconocer que hoy me enteré de una nueva “innovación” en
materia de matrimonios (que más encima está de moda) y quedé con una sensación
entre chulismo y un por la chucha que fue inevitable no decir. Necesito que
alguien me explique cómo es eso de que ahora te casas, no pides regalos, pero
quieres platita en la cuenta 133458948594. Te pasaste.
Para ser sincera, nunca he ido a
un matrimonio, pero creo que no hace falta a ver ido a dos, a cinco o a
cincuenta para saber de qué se trata todo ese embrollo, el cual supuestamente
ocurrirá sólo una vez en la vida porque el amor es para siempre y blablá, y entonces
vamos tomando, tirando la casa por la ventana y teniendo los mejores vituperios
de la vida para que nadie se vaya pelando del magno evento. Acepto la idea de
celebrar e invitar a una manada de gente que comparta contigo tu supuesta
felicidad, acepto que se haga una lista de novios para ir armando un súper
hogar con cafeteras modernas, cenefas rosadas y licuadoras de maní, pero enviar
un parte de matrimonio y rehusarte a esta posibilidad exigiendo a cambio dinero
me parece de un carerrajismo de proporciones, sin contar que en internet
existen sitios web donde puedes elegir cual es la proposición más cuerda para
poner en tu invitación y así evitar que quién lo lea se caiga de poto y sienta
que lo pusieron en la mayor de las encrucijadas al ver que sería muy chulo
depositar las humildes tres lucas que pensaba invertir en el juego de loza
chino que parecía ser casi de la Dinastía Ming.
Las excusas de esta nueva forma
de recibir una recompensa por haberte casado y organizar dicho evento son
variadas, desde costear la luna de miel o decir que sí, ya lo tienen todo y no
necesitan tener más azucareros o tostadoras, pero creo que la cosa no va por
ahí. Si alguien me dijera eso, me sentiría costeando un matrimonio que no es ni
mío, pagando por mi asistencia y convirtiendo el matricidio en el mejor de los
platos únicos bailables.
Amigos, de verdad que su matrimonio
no es una compañía de cuerpo de bomberos, no es la rifa del huevo que se hacía
al final de la reunión de apoderados y no es una colecta de iglesia. Si no
quieren regalos, filo, pero creo que hay miles de opciones mejores que exigir plata
(porque creo que en estos tiempos a pocos les sobra) y así evitar matar ese discurso tan
prostituido de bonita ceremonia llena de paz y amor hasta los 200 años.
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