¡Mamá! ¿Puedes dar vuelta la cinta? Queremos ver el lado B del VHS


Mi hermana creía que los vhs eran igual que los cassette, que traían un lado A y un lado B y siempre cuando terminaba la película, pensaba que había un lado B donde poder ver algo más.
Nos criamos con un solo VHS, lo vimos y re-vimos, siendo nuestra parte de cine más al alcance en fines de semana, feriados,  días que no fuimos al colegio y días en que nos refugiamos en la tele porque no había nada más entretenido que hacer, fue uno sólo, pero nos dejó miles de momentos y anécdotas por contar.

Recuerdo esas tandas, tal función de matiné, viendo el rey león y llorando de manera incondicional cuando mufasa moría, para mí, mufasa era mi mamá, y aquella debe haber sido la primera vez que internalicé la muerte, y me afectaba tanto la escena, que tiempo más tarde opté por avanzar y saltarme esa parte. Mi mamá cuenta  que varias veces me encontró llorando con los ojos hinchados dando esos pequeños saltitos de cuando uno llora por mucho rato.

Más adelante, cuando nos fuimos a vivir de punto fijo a nuestro barrio, tuvimos acceso a más vhs porque la Señora Alejandra del almacén nos dijo que nos podía prestar sus películas. Fueron muchas las tardes que pasábamos tras ese enorme mesón, para refugiarnos en su casa, en su gran repisa, a buscar cintas de la sirenita, el libro de la selva  y tantas más. Recuerdo que tenía muchas variedades de películas, pero las que siempre llamaron nuestra atención eran unas versiones piratas con cuentos para niños pero protagonizadas con adultos. Nunca olvidamos la caperucita roja con cara de diabólica y un pinocho desalmado que era tan tétrico que teníamos miedo que apareciera en la noche.

En Ovalle existió un solo video para arrendar cintas, Video Imagen, y aquel lugar, también fue centro de mis visitas, pero sólo cuando venía mi tío, el cual era socio y me pedía acompañarlo a buscar alguna película, mientras yo también tenía la opción de elegir y perderme entre las cajitas de plástico. Aunque lo único malo era  que cuando llegábamos, sabía que mi función en el cine de la casa era la última. Mi tío siempre veía primero sus arriendos, mientras yo esperaba a que se desocupara el mítico vhs.

Pero todo tenía un final, vendrían ideas mejores que destronarían nuestros vhs. Ya nadie los arrendaba y muchos comenzaron a ser reemplazados por los famosos dvd. Una vez pensé en pasar por todas las casas recolectándolos, y siempre decía que la primera casa iba ser la de la Señora Alejandra. Muchos vhs quedaron guardados en bodegas, apolillados, botados a la basura y rematados en ferias clandestinas. Pero en mi casa seguíamos viéndolos. Mi papá nos regaló una colección completa de cintas de la Pantera Rosa que habían dado de baja en su trabajo y nos divertimos muchos domingos riéndonos con las aventuras del monito asexuado.


El 2012 por rumores me enteré que el mítico Video Imagen había vuelto abrir sus puertas, pero esta vez no era para arrendar sus cintas, sino que para rematarlas al público. Apenas tuve la opción fui y compré cuanta cinta pude, encontrando clásicos de Disney, las aventuras en stop motion de Wallace y Grommit, entre otras películas como El Pianista, Machuca, Odisea en el Espacio y una Lolita de  Kubrick que resultó ser una cinta porno, que finalmente el dueño me la cambió entre risas por Dirty Dancing.

Desde ahí no paró mi magna idea de recuperar un poco ese sentimiento de infancia que me evocaban los VHS. El año pasado en Valparaíso y sus ferias de cachureos logré comprar Alicia en el País de las Maravillas, La dama y el vagabundo, Sailor Moon y Blancanieves.
 La semana pasada fui a la feria de Ovalle y el señor del puesto de libros me regaló la cinta de Pocahontas porque estaba descompuesta, aunque finalmente con sus sabios consejos logré arreglarla y ver en mi televisor el amorío de la muchacha indígena con John Smith.

Mi repisa se ha ido llenando de a poco. Algún día va ser tan grande como la de la Señora Alejandra.





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