¿Por qué nos gustó tanto Sucupira?
El pasado sábado a eso de las dos
de la madrugada Televisión Nacional de
Chile (TVN) emitió un capítulo de culto de la comedia o técnicamente llamado spin-off de Sucupira (1998), encendiendo a muchos de los que vivimos en
los 90’ con una mítica imagen en nuestros televisores de la resurrección de
Federico Valdivieso entrando al pueblo montado arriba del famoso y no olvidado
Luis Miguel.
¿Pero a qué se debe esto? Sucupira
como fenómeno televisivo este año cumple casi dos décadas desde que se
iniciaron sus grabaciones en el litoral central. Y para muchos de sus fanáticos
probablemente sea una de las teleseries más potentes que finalmente la lleva a
trascender en el tiempo.
Sucupira marcó tendencia porque fue
hija de su época, porque rompió algunos esquemas cartuchos (no olvidemos a la mujer del mar) y porque creo
fielmente que sus personajes fueron cada uno por sí solos completamente
potentes. Tanto así que siento que todos podrían haber tenido su propia
serie-comedia con sus aventuras. Sin descuidar a su vez que Sucupira era un
pueblo pintoresco que nos evocaba la vida noventera rodeada de teléfonos
públicos, botines con minifalda y grandes hits que nos hicieron mover el
esqueleto. A continuación una breve selección de sus grandes e inigualados
personajes:
Federico Valdivieso: El que no
podría ser llamado de otra forma que el “Antialcalde” de Sucupira, quién con mucha
astucia y desfachatez, logró engrupirse a un grupo de hermanas (“las
colaboradoras”) y a un pueblo completo. Movido por su gran interés y
frustración de inaugurar el primer cementerio de la ciudad fue un visionario de
lo que terminaría siendo la política chilena años más tarde. Federico a
nuestros ojos debe ser un primer chanta político. Habría que preguntarle a
Andreita Molina (su secretaria) que tal anduvieron los gastos públicos y las
boletas falsas emitidas en la Municipalidad de Sucupira.
Manuel Diablo: Tener un nombre
así y no causar un poco de intriga y temor sería una contradicción. Cómo
olvidar su llegada en bus a sucupira y esa mirada perdida hacia el horizonte,
con ese bigote gris y esos lentes negros noventeros. Manuel era como el villano
y cada vez que llegaba quedaba la cagá’, porque como decían las malas lenguas
era realmente diablo.
El primo Renato: Charlatán para
la época, Mauricio Pesutic encarna un personaje que se las arregla para
sobrevivir entre sus primas, las Lineros y qué mejor que promocionando el “AQUA
DE LA VITA”, capisci commendattore?, esa misma que hacía
resucitar gente pero que era sacada de la llave. Barsa por donde se le mire,
acaparó la popularidad cual Mesías venido a la tierra. Y agradezcamos que el
tío Emilio no anduviera cerca.
La Olguita Marina: La más aplaudida por las feminazis noventeras, quién
escapaba del modelo tradicional de esa mujer noventera empaquetada, dueña de
casa, y se pegaba unas cuantas arrancaditas al Norte de Chile al ser víctima de
sus famosos “ahogos”. La Olguita Marina fue por excelencia la loquilla de la
novela, dejando a un acongojado marido que bailaba tangos con sus enaguas y que
intentó suicidarse en unas cuantas ocasiones para superar los arranques de esta
despiadada mujer.
Juan del Burro: Encarna al Cuma de los noventa, quién con burro y morral
deambulaba por Sucupira en búsqueda de una que otra aventurilla con su morena
maravillosa quién sin tapujos lo tachaba de andar siempre pasado a pescado.
Juan debe ser ese personaje que tuvo una conexión con todo el elenco, sacándonos
risa por montones con su radio al hombro y sus visiones con la mujer del mar.
Daniela y las Submarinas: El lolerío noventero representado en el
jumper, las mochilas de mezclillas y los personal stereos. Daniela y sus amigas
encarnaron ese grupo de gente que siempre quiso llamar la atención por hacerse
un tatuaje, un piercing o depilándose con cera. Cómo no olvidar el sueño de ser
cantante rockera que la llevó hasta querer arrojarse entre la multitud mientras
cantaba en pleno Festival de Sucupira a todo pulmón Arena y Sol de Marta
Sánchez.
Las hermanitas Lineros: Un grupo de viejas solteronas que claramente
votaron por el SÍ; encarnaban la moral y las buenas costumbres, derrochaban
amor por la misa dominical, las comidas caseras y la imagen de la mujer casta y
pura. Eso sí, su dignidad les duraba hasta la hora de la cena cuando Federico
las sobajeaba en secreto por debajo de la mesa haciéndolas perder la cabeza
mientras las llamaba con nombre de frutas.
Raimundo: El Icaro noventero. Este hueón quería volar. Así tal cual. Y
su historia no dejaba de ser menor, porque trabajó toda la novela para construir
sus propias alas de madera. Me acuerdo que tenía una historia muy de rosas con
una mina (y en cada escena sonaba música de MARCOS LLUNAS) que se la peleaban
con REMIGIO REMEDY (pls).
Las C3: Estas minas salieron del Cumbres o cualquier colegio terminado
en COLLEGE. Las famosas biólogas Santiaguinas
fueron las mijitas ricas que se comieron a todos los minos de la novela y con
eso no hay nada más que decir.
La mujer del mar: Lo más porno después de las historias de Sussy en los
90’. Una mina con garra que como dios la trajo al mundo se lanzaba a pleno
anochecer a las aguas del litoral a nadar. Por qué. Ni idea. Pero unos cuántos
se pasaron rollos con su escultural figura y a otros pocos les taparon los ojos
para que no viéramos semejante espectáculo.
El mariposero: Un cazador de lepidópteras, ¿dónde se había visto
semejante cosa? Diógenes y su malla para cazar mariposas siempre nos tuvo ahí,
esperando ver si algún día se le soltaban las trenzas en medio del bosque con
la señorita Regina. Por favor no olvidar que en cada una de sus apariciones
decoraba de fondo un Pedrito Fernandez (abre tus alas (8)).
Gracias por tanto Sucupira.
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