FLASH BACK: VALPARAÍSO
Causas hubo muchas en su momento,
si me preguntarán cuál fue la más importante, no sabría bien qué decir…
El 2013 fue un año complejo donde
pasaron varias cosas importantes como salir de la u y querer buscar nuevos
rumbos alejada de Ovalle y
particularmente de mi casa. Todavía no sé cómo lo hice, pero al saber que había
trabajo y techo donde vivir, no lo pensé dos veces, informe, junté algo de
plata y eché en unos cuantos bolsos todas las cosas necesarias para irme a
vivir a la ciudad donde yo quería estar.
Como todo tenía su grado de
dificultad, los primeros meses fueron la sobrevivencia máxima hasta encontrar
un punto de equilibrio dado por empezar a amar el trabajo que siempre dije que
nunca iba hacer (trabajar en una fotocopiadora) y aprovechar el tiempo, el tiempo que ahora
considero uno de los más valiosos que pude tener.
Añoro casi todos los días la
experiencia misma. Y me la cuestiono de forma constante. Hasta el momento es
una de las cosas que considero más importantes de mi vida principalmente porque
quise de manera personal por salud y felicidad salir un rato de las rutinas,
del agobio de estar en la u y más aún de buscar trabajo y meterse en este
sistema donde no se tiene puta idea cómo se pasan las horas, y sí, ya es de noche, y falta apenas un día,
probablemente que va pasar más rápido que el de hoy y hay que volver a trabajar
y a luchar por esas convicciones que tienen colores que varían según el día.
El cuadro de vida que hubo en
Valparaíso fue perfecto. Entraba a las
10, salía almorzar a las 2, volvía a las 3, salía a las 6. Me fui a mi casa el 99% de las veces feliz,
me agradaba liberarme a las 6 y respirar el aire del Puerto. No iba nunca
cansada al punto de tener flojera de abrir la puerta de mi casa. Sabía que
alguien me esperaba para compartir el té o para salir a comprar algo para la
once. Viví miles de días sábados en un lunes, yendo al cine, saliendo a tomar
chocolate o yendo a bailar. Y ni hablar
de mis dos días libres a la semana para leer los libros que no entraban en
ninguna prueba (por fin), salir a correr y recorrer los cerros sola o
acompañada, tomar fotos, andar por los mismos lugares una y mil veces pero
viendo siempre algo distinto.
Conocí poca gente (como siempre)
pero fue la justa y tremendamente necesaria, porque me hizo comprobar que todo
ocurre en el instante preciso, como si todo se tratara de un montaje con
personajes para tu propia película, y ahí entran los amigos inolvidables y mi
amor casual y duradero por el brau, quién me resolvió que era ahí el lugar
donde me volvería a enamorar y donde nos teníamos que encontrar para estar así,
siempre juntos y siempre queriendo volver a los mismos lugares, ojala a la
casa, ojala al cine, ojalá en los interminables paseos por el cerro alegre,
ojalá en ese regaloneo donde no importaba qué había que hacer al día siguiente.
Todos los días cuando me voy al
trabajo pienso un poco en Valpo y aquello me produce nostalgia. Amo lo que hago
porque me ha empoderado y me ha hecho
crecer como adulta. Pero discrepo de miles de cosas, del sistema y
principalmente de cuánto sale mi sueldo en escala de vida. Para mí la vida está afuera. No en la flojera,
ni en la zona de confort. Está en poder mirar algo con otros ojos. Esos ojos
que cuesta tanto encontrar en este sistema de mierda convulsionado y que alguna
vez encontré en el Puerto. Probablemente esos ojos han de llamarse algo así
como libertad.
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